Ella vendrá, saladamente húmeda,
tenuemente velada
por el rocío de agua que liberan
las olas al romper.
Uno por uno, intento
ir forzando los límites. Y espero.
No sé que espero, ni por qué. Es un modo
de reclamar mi parte de aventura.
Ella vendrá. Vendrá desde la noche.
Como un débil galope que se acerca.
Como el recuerdo de una risa. Como
el eco de las voces que, otros tiempos,
habitaron la casa abandonada.
Ella vendrá. Yo creo en su misterio.
La fe en lo transparente, en lo que existe
alrededor de la materia; el vago
presentimiento ilógico; el deseo
me salvará. Yo creo
en la otra mitad de lo visible.
Ella vendrá, saliendo del espejo.
Sonriendo desde un jardín ingrávido.
Será un leve crujido en la escalera,
el ruido de unos pasos por el techo,
una cortina que se mueve, un vaso
de cristal que se rompe sin tocarlo.
Ella vendrá, como una paz lejana.
Vendrá como un aroma
de valles y montes, cabalgando
a lomos de la tarde.
Ella vendrá al final, no sé por dónde;
tal vez por el atajo
de alguna dimensión desconocida.
Ser hombre es no resistirme.
Ser hombre es cometer, por ella,
un pecado desmesuradamente infiel
Ser hombre es ser parte de su leyenda.
Ella vendrá, engarzada en una chispa
de núcleo solar. Abriendo paso al rayo.
Deslumbrante en la proa
de una infinita luz que se aproxima.
Rafael Guillén (Autor)