Esta es una selección de todos aquellos poemas que me han estremecido el corazón..

Un reencuentro con la mayor expresión artística del alma.. La Poesía..

5 de julio de 2011

Otra Vez - Yanira Soundy


La luz cae como una hoja seca para iluminarte todo..
estás largamente desnudo.

Otra vez tus dedos ansiosos traspasan mi pecho
y el amor sube en sílabas de humedad hasta mis senos..

Tus labios erizan el manto de mi piel hecha de lunas,
mientras el timbre de tu voz pone sonido al viento..

Otra vez tú y yo,
bebemos del olvido en este impulso de serlo todo,
con el deseo de extendernos por encima
de la más alta pregunta,
para traspasar las metas de los siglos.

Otra vez acortamos las rutas para vernos
y cerramos el paso del tiempo..

Mañana la noche estará vacía en tus brazos abiertos..
mi corazón se desprenderá como una campana entre tus dedos.

Déjame amarte de nuevo..
y enterrar tus miedos en los astros quietos..

Quiero arrancar tu tristeza,
y extraviarla entre mis versos..

***

2 de julio de 2011

Los Amorosos - Jaime Sabines


Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.

Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre —¡qué bueno!— han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.

En la obscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como en una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.

Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida.
Y se van llorando, llorando
la hermosa vida.